jueves, 2 de julio de 2009

El panóptico del hombre en el museo


Sahelanthropus tchadensis, Orrorin tugenesis, Ardipithecus kadamba, Ardipithecus ramidus, Australopithecus anamnesis, Australopithecus bahrelghazali, Australopithecus afarensis, Australopithecus africanus, Australopithecus garhi, Paranthropus aethiopicus, Paranthropus boisei, Paranthropus robustus, Kenyanthropus platyops, Homo habilis, Homo rudolfensis, Homo ergaster, Homo georgicus, Homo erectus, Homo cepranensis, Homo antecessor, Homo heidelbergensis, Homo neanderthaliensis, Homo floresiensis, Homo rhodesiensis, Homo sapiens, Homo sapiens idalta, Homo sapiensa sapiens, René Descartes, la Máquina. En el museé de l’homme en París se muestran paulatinamente los cráneos de los supuestos antepasados (ante-pasado ¿cómo puede haber algo anterior al pasado?) del hombre moderno. Pasillos y pasillos de imaginería científica llegan finalmente al cráneo de Descartes, un poco amarillento y con hendiduras que parecen ser letras grabadas en la frente. Después de Descartes, ejemplar orgulloso del género homo sapiens sapiens, hace su aparición sorpresiva el culmen evolutivo hasta la fecha: una máquina con pantallas en la que el visitante puede ver su propia imagen reflejada. La fantasía de miles de años de literatura que imagina dobles imposibles y ficticios. La pesadilla de un sistema que paulatinamente devora la posibilidad de que haya más cráneos con cerebros, instalando cráneos y cerebros artificiales (y que no se usan) como piezas de museo.

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