martes, 18 de mayo de 2010

La revolución como concepto: consideraciones

En este breve ensayo consideraré el concepto de "revolución" como una mera abstracción que, sin embargo, animó todos los movimientos revolucionarios en América Latina durante el siglo XX. Mis consideraciones versan, sobre todo, acerca de la conciencia temporal en la revolución, pero también incluyen el poder y la positividad del concepto mismo revolucionario. Para discutir mi propia concepción, acaso vaga del término, utilizo como fuente primaria a Marx y Engels mismos así como a los pensadores marxistas del siglo XX, dentro de los que destacan en sus diferentes vetas y acciones políticas o intelectuales: Walter Benjamin, Trotsky, Lenin. Por otro lado, he "saqueado" un libro de Martín Kohan titulado El museo de la revolución, desde el cual tomo fragmentos pertenecientes al supuesto cuaderno de reflexiones de Rubén Tesare, comunista en tiempos de la dictadura argentina.

    Establezco, también, de antemano que esto es un juego: posible, palpable, pero ficción al fin de la que se pueden tomar o no elementos para una elaboración futura y, acaso más seria, acerca de la revolución.


 

  1. La revolución en y del tiempo.

Leyendo las Tesis sobre la historia de Walter Benjamin encontré un pasaje significativo en el fragmento XVI, que habla de el tiempo revolucionario como un disparo al reloj. En la revolución, según Benjamin, hay una clara conciencia de "volar" el continuum de la historia por medio del instante de la acción. Por ejemplo, la Revolución Francesa, que introdujo un nuevo calendario: "El día con el que comienza un calendario actúa como un acelerador histórico. Y es en el fondo el mismo día que vuelve siempre en la figura de los días festivos, que son días de rememoración" (Benjamin 30). Los calendarios son monumentos de la conciencia histórica, de la que muchas veces perdemos rastro… En la Revolución francesa de Julio, habla Benjamin del episodio sintomático:

cuando cayó la noche del primer día de combate ocurrió que en muchos lugares de París, independientemente y al mismo tiempo, hubo disparos contra los relojes de las torres. Un testigo ocular, cuyo acierto resultó tal vez de la rima, escribió entonces: Qui le croirait! On dit qu'irrités contre l'heure De nouveaux Josués, au pied de chaque tour, Tiraient sur les cadrans pour arrêter le jour (¡Quién lo creería! Se dice que, irritados contra la hora/ Nuevos
Josués, al pie de cada torre,/Disparaban sobre los cuadrantes, para detener el tiempo). (30)

Ese instante congelado, el instante del acto revolucionario es la revolución misma. Detener el tiempo: un acto contra la naturaleza humana, que quizá pretenda hacer elástico ese momento de posibilidades abiertas e infinitas. Un disparo en el que el tiempo se vuela a sí mismo, se abre y explota: un Big Bang que permite la re- creación de todos los vicios, de todo aquello que nos limita.

  • Pasado

En el Manifiesto comunista dicen Marx y Engels que "en la sociedad burguesa el pasado predomina sobre el presente, mientras que en la comunista el presente predomina sobre el pasado" (29II). El desarme de la tradición. Frente a una burguesía que apostaba por el rescate de una tradición, la consolidación de su figura por medio de la recuperación de un pasado ajeno, más bien robado a la aristocracia rancia del siglo XIX, se establece el valor de la "tradición". La "tradición" en su sentido duro, la inamovilidad de los estamentos sociales, la repetición hueca de los mismos patrones, el valor del trabajo y la ambición individual en contra de lo colectivo. Acaso, lo que mejor retrata esta "tradición" de inmovilidad es la tendencia naturalista de fines del siglo diecinueve: Maupassant en "Bola de Sebo" o Zolá en Germinal y Naná. En este sentido, Marx y Engels hablan de la mentalidad burguesa del "pasado" contra el "presentismo" comunista (del futuro, cuando lo escribían). La revolución sería, de este modo, también una revolución en el tiempo, del tiempo. No sólo el hecho de que sucede en el tiempo, dentro de la historia, sino el hecho de que el tiempo es parte de lo que debe ser revolucionado. Después de la revolución, el tiempo no es más lo que era. Habría que focalizar dos cosas: cómo pasa la revolución en el tiempo y lo que pasa con el tiempo a causa de la revolución. Así, "habría que establecer si el predominio del presente sobre el pasado se estipula como condición del pensamiento revolucionario o, a la inversa, como una cosmovisión que sólo la revolución podría hacer posible" (Kohan 32).

    La pelea contra el pasado, contra esa tradición asfixiante, hay que conjugarla también el pasado y hay que librarla en el pasado. Sólo así se obtiene la medida exacta del valor de lo "nuevo". "Lo nuevo es un valor porque el futuro es un valor" (Kohan 104) y, la abolición del pasado no se logra sino con el pasado mismo.

  • Presente

La revolución, pues, impone una ruptura con el pasado que se verifica en el presente para apuntalar el futuro. "Una revolución no sólo enfrenta a un tiempo contra otro, también abre frentes en el interior de cada tiempo" (Kohan 104). El presente, ese momento del disparo al reloj, nunca se ve tan nítido como el día en que la revolución se consuma. Ese día se opera un corte en el tiempo. Ruptura de la tradición.     

    Sin embargo, el presente es un tiempo casi sin duración que rehúye entre los dedos: un instante, el momento revolucionario, ya. Si se le obliga a durar se vuelve pasado y se pierde. Es puro presente que, augura un futuro, es cierto "pero de ese futuro se sabrá después: 'después ya veríamos'. La urgencia del presente de la acción revolucionaria es tan poderosa que desplaza incluso a la inveterada ambición de previsión del futuro. El futuro esta vez no está previsto. El futuro ya se verá" (Kohan 140).

Por otro lado se encuentra el estallido. El estallido como imagen hecha de tiempo que remite al instante, a lo repentino. Dicen Marx y Engels que "al esbozar las fases más generales de la evolución del proletariado, hemos seguido la guerra civil más o menos encubierta dentro de la sociedad imperante hasta el punto en que la misma estrella en una revolución franca y en que el proletariado cimenta su hegemonía mediante el derrocamiento violento de la burguesía" (121). Por un lado el proceso subterráneo, una maniobra con sus debidas fases que puede preverse y dura. Este proceso lleva a la revolución pero no es la revolución aún. La revolución es el estallido, lo instantáneo. Funciona como los relámpagos en un presente puro. Y, para hacer de eso un pasado, hay que poder retenerlo. Para hacer de eso un futuro, hay que poder anticiparlo" (Kohan 33).

  • Futuro

Lo nuevo, el futuro, es un valor revolucionario en tanto, como dice Trotsky: "El historiador futuro se asombrará al descubrir la malévola suspicacia hacia toda iniciativa económica audaz que dominaba en la mentalidad del gobierno del Estado socialista" (Trotsky 60). La conjetura de quién será un "historiador futuro", la mirada desde un después que es posible dirigir al presente. Así se convierte al presente en pasado porque estalla el tiempo desde le interior: se abren fugas que proyectan posibilidades, en la antesala de lo que podría suceder. El medio temporal de la revolución es el futuro "(hay que hablar de medio temporal como se habla de medio natural). Quienes no prevén no cuentan: tratándose de la burocracia, la revolución sólo puede ser revolución traicionada" (Kohan 107), diría Trotsky.

    El futuro, como se ve, se produce cada vez como la confirmación o traición de una previsión antes formulada. No hay un futuro posible sin esa deuda con el sentido de la previsión, antelación del que hablaba Marx, Engels o Lenin. Es condición de posibilidad de la enunciación del futuro como profecía. Por eso es viable hablar de la vanguardia revolucionaria: es una exploración del futuro y, ¿qué hay en el futuro sino revolución? Dice Tesare "devenir retaguardia no puede sino poner en peligro a la revolución misma… Se sabe que hay tiempos más lentos: los de la previsión, los de la incubación. Por eso la paciencia no deja de ser una cualidad revolucionaria. Pero el paso a la acción impone la norma de la urgencia temporal. Durante la revolución, los cambios son más rápidos, la imprevisible velocidad aumenta" (Kohan 142).

  1. La revolución como positividad.

La revolución es un acontecimiento violento. Acontecimiento en el sentido de Badiou, una singularidad universal. La revolución tiene, así, necesidad de direrenciarse de su "hermana apócrifa": la reforma. Se reprueba ese arte de moderación que todo progreso paulatino solicita como virtud. Renuncia a los entendimientos, al diálogo (dialéctico, en muchos sentidos). La revolución se impone como acto de violencia por la fuerza y de manera arbitraria. En El Estado y la revolución, Lenin cita a Engels: "Indudablemente, no hay nada más autoritario que una revolución". La revolución es destructiva por necesidad: sin ese fanatismo por el aniquilamiento, perdería su consistencia (su hermana menor apócrifa, la reforma, no destruye ni aniquila. Hay que aniquilar, destruir, para que se note la diferencia). Dice Kohan que "la violencia de las armas, la muerte sembrada, la eliminación de toda resistencia, la exaltación destructiva hacen a la revolución" (46).

    La positividad de la revolución es necesaria, ya que, si se formula desde la pura negatividad, la ausencia de, la hacen implosionar. La destrucción en tanto positividad y no ausencia, en tanto entusiasmo y no melancolía: la fiesta. La condición fundamental de la revolución es la alteración, el estado positivo de posibilidades: "las cosas en la revolución empiezan a pasar como pasan los milagros: alterando los límites de lo posible" (Kohan 71)

  1. La revolución en el poder.

La revolución culmina con la toma del poder. Trotsky bien le recprocha a Radek en La revolución permanente: "Olvida que la revolución no es otra cosa que la lucha por el poder; una lucha política que las clases sostienen". Hacer la revolución es tomar el poder: meterse por atropello al palacio, llegar en un barco cargado, dinamitar las propiedades capitalistas. Trotsky, sin embargo, introduce al criterio de la revolución como poder otra clase de duración: un tiempo que no es solamente la incubación paciente, la superación progresista de etapas (como en Lenin: la dialéctica), sino un cambio de ritmo permanente. ¿Por qué? En primer lugar, porque "después de la revolución, sigue la revoución" (Kohan 118). El tiempo revolucionario, diría Trotsky, implica un cambio total en la narrativa de la misma revolución, ya que la narración es la que porta una determinada percepción del tiempo. El relato se modifica: la revolución no es un desenlace que culmina con la toma de poder, sino que todo empieza ahí, es un principio. Precisamente, se plantea la necesidad de una revolución después de la revolución (Kohan 119). El problema de las revoluciones reales es, justamente, esta pérdida de elasticidad, un paulatino estancamiento. Siempre se vuelve a lo mismo: los vicios del poder. Dentro del poder, la revolución se oxida en el presente (en los tiempos inactuales).

Quizá habría que pensar en la música, en Stravinsky…


 

Obras citadas

Benjamin, Walter. Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Ed. Bolívar Echeverría. México: Contrahistorias, 2004.

Kohan, Martín. El museo de la revolución. Seix Barral,

Lenin, V.I. El Estado y la Revolución. 1998. Marzo del 2010 ‹http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/SR17s.html›

Trotsky, León. La revolución traicionada: ¿Qué es y a dónde va la URSS? México: Fundación Federico Engels, 2001.

---. La revolución permanente. Trad. Andreu Nin. Marxists Internet Archive, 2000. 15 de Marzo del 2010 ‹
http://www.marxists.org/espanol/trotsky/revperm/rp3.htm›