domingo, 14 de febrero de 2010

Opa- souvenir, genealogías 1

Poco conocí a mi opa, pero mis recuerdos son muy nítidos por la fuerza que encierran. En su casa, tenía la colección más grande de suecos de madera que he visto en mi vida. Los había de todos tamaños y formas. Al acabar la comida, mi abuelo solía pararse de su silla y traer un par de suecos diferente cada vez. Con su español precario y mal pronunciado (a pesar de haber vivido en México hace 30 años), comenzaba a relatar la historia de cómo adquirió ese par de suecos en particular y de donde provenían. Contaba historias francamente aburridas y detalladas del proceso, pero siempre me atrapaba el exotismo y las casualidades de sus diversos recuerdos. Inevitablemente duraba unas horas hablando de ello. Un día, al terminar una de esas letanías, a mi oma se le ocurrió revelarnos la verdad de todo. Dijo, sentada en la mesa con su café: -No es cierto, ese lo compraste en la tienda de la esquina en donde vivíamos. Mi opa se enfureció y la verosimilitud de sus relatos, en las siguientes ocasiones, se fue por la borda. Sin embargo, él seguía contando sus azares, aunque todos supiéramos que los objetos tenían un origen normal y no fantástico como el clamaba. Aquí se revelan actitudes concretas en torno a los objetos-souvenirs: la fantasía injertada en el origen y el pretexto para relatar un viaje lejano que nunca sucedió.
Uno de los cometidos del souvenir es rellenar los huecos del espacio vacío, la casa, habitar de modo transitivo la vida misma. Fabricar una funda, en fin, para esas fantasías que alberga el deseo (Benjamin 239 2007)...