sábado, 5 de marzo de 2011

Trazo sobre la Imagen Sustractiva

A ver, que conste (algo de jurista debo de tener en mí, me gusta “que conste”, como si un escribano estuviese a mi lado, anotando lo que “consta en el acta”) que esto lo escribo sin mis múltiples citas, sin un libro al lado sino al aire, para intentar exponer lo que quiero explicar, sin un papel que me respalde, porque justamente quiero hablar de la apuesta y por lo tanto de un salto al vacío, como el que intento.
Intento trazar algunos esbozos sobre lo que concibo como la imagen sustractiva. Si, como bien dice Badiou, el presente es el tiempo más complejo para pensar, me interesa justamente cómo presentificar la idea de la imagen sustractiva. Por supuesto, con consideraciones de lo que es la imagen, qué se entiende por imagen. Me parece que ya desde Platón y su caverna la imagen es un problema fundamental, un pilar de referencia. La imagen, me aclaro a mí misma, no es lo visual, no es tampoco algo que tenga que ver con los sentidos, sino algo que se presenta y que es posible imaginarizar, es decir, completar. Ahí está el primer problema: la imagen siempre es un fragmento es algo incompleto que tendemos a totalizar a nominar y por lo tanto a desvanecer. Aquí se enclava la postura de Didi-Huberman, quien, en su ensayo emblemático de imágenes del holocausto, dice “imágenes pese a todo” y apuesta por una postura casi ética de lectura de las imágenes y dice que hay que imaginar el holocausto, (¿completarlo, en la acepción anterior?). Didi-Huberman, para decirlo en lenguaje badiouano, intenta forzar el nombramiento de la imagen en retrospectiva (de ahí sus famosas imágenes anacrónicas) y no acepta la innombrabilidad de lo que nos interpela, quiere resolver la dialéctica de forma positiva, lo que a nivel de análisis de pensamiento (el esquema gamma de la trayectoria de una verdad) implica un desastre, una destrucción (en tanto sustrae la última sustracción).
Aquí ya hice trampa, tuve que buscar una cita de Rancière de la que me acordé en este momento. Porque mi trazo de “atravesamiento” de lecturas sobre la imagen sigue un itinerario claro: Didi-Huberman, Rancière y luego Badiou. El primero me dejó de gustar hace ya años y decidí que en algún momento (en segundo semestre, específicamente) escribiría algo para derrocar sus nociones. El segundo me apasionaba hasta hace poco y me sigue resultando deslumbrante en muchos puntos, sin embargo su infidelidad al acontecimiento mismo que él plantea y su clasificar los regímenes de las artes de cierto modo no me han ido acabando de satisfacer. El tercero es, hace ya un tiempo, uno de mis pensadores “base”, implica una potencia que ningún otro tiene y, claro está, me representa un desafío porque no llego a comprender ni la mitad de lo que dice y, como dice Piglia, leer mal hace al buen escritor. Sigo con la imagen, tras este desvío improductivo. Rancière, a diferencia de Huberman, plantea algo en torno a las imágenes del holocausto que me interesa mucho más. Dice que, en mis palabras kantianas, la condición de posibilidad de este tipo de imágenes sería su propia condición de imposibilidad. En este sentido y, sí, de nuevo con trampa, escribe Rancière que la experiencia no es “‘unrepresentable’ in the sense that the language for conveying it does not exist. The language does exist and the syntax exists. Not as an exceptional language and syntax, but, on the contrary, as a mode of expression peculiar to the aesthetic regime in the arts in general. The problem is in fact rather the reverse. The language that conveys this experience is in no way specific to it” (Rancière The future 126). Así que el problema es la inespecificidad de lenguaje para nombrar la imagen. ¿En qué terreno estamos? Me parece que en el terreno de la sustracción indecidible de Badiou, donde habría que apostar por nominar un acontecimiento para que el procedimiento de la verdad siga su curso, aunque sea de manera hipotética. Pero eso es a lo que no se atreve Rancière: señala, especifica, pero no apuesta, no tira los dados, le sigue soplando a la suerte sin lanzarlos.
Ahora hago una mezcla que no sé si funcione, pero que intento. Y es que me parece que la imagen sustractiva, en mi concepción, va por el lado de lo real, de aquello que se sustrae a lo real. Por decirlo en lenguaje de Lacan, no todo puede ser absorbido por identificaciones imaginarias o simbólicas. El resto o residuo (inlcusive matemáticamente, diría Badiou) pone en marcha la operación significante. Pero lo Real, al tiempo que es motor, aparece sólo como sustracción, no puede atraparse ni simbólica ni imaginariamente porque es puro borde y no puede mostrar el vacío (aunque lo articula en un operador). La posibilidad de la imagen sustractiva estaría en exhibir la diferencia mínima, el “relámpago” del acontecimiento. ¿Cómo? En forma de imagen, claro está, pero un tipo particular de imagen. Me parece que cada sujeto o asunto, debe de buscar las imágenes que lo apele estructuralmente y políticamente, buscar ese espacio de negatividad imposible de conceptualizar pero que es material, el resto o borde del vacío, el sitio de la singularidad insustituible, el insostenible resplandor de lo Real.
Ahora bien, no sé si ya todo esto resulta confuso, porque cuando lo escribo es claro. ¿Cómo ejemplifico esto? Ese es otro problema. Por supuesto, los ejemplos que yo tengo a la mano son literarios, pero por hoy me quiero quedar a nivel de la teoría, que sin embargo creo que posibilita pensar una concepción alternativa de la imagen, al menos hoy, en presente.