miércoles, 5 de agosto de 2009

Sade, un delirio de la razón

Con una razón todavía virgen
-Lichtenberg


- Sade encadenado
Las sociedades son máquinas que codifican flujos. El individuo es el punto de encuentro, de recepción, emisión y tránsito de los flujos. La sociedad inviste y codifica el flujo que llega al individuo. ¿Cómo entra un individuo, digamos, Sade, dentro de un siglo XVIII, iluminista, y en busca de la Razón?
Parto de la tesis de Horkheimer y Adorno, para quienes el iluminismo, en un sentido amplio del término, persiguió el objetivo de quitar el miedo a los hombres y convertirlos en amos (15). El “miedo” que según los ilustrados controlaba al pueblo era parte de supersticiones y teología inútil y mal entendida, entre otras cosas: “¿esos pedazos de la verdadera cruz de Jesucristo, que si se juntaran, bastarían para construir un buque de cien cañones; tantas reliquias que indudablemente son falsas, tantos falsos milagros, constituyen acaso monumentos de una devoción ilustrada?” (Voltaire 557) Frente a prácticas que imposibilitan el movimiento de la sociedad hacia una “ilustración”, nace el ambicioso proyecto enciclopédico que pretendía totalizar y acaparar el conocimiento disponible. 21 volúmenes (y otros tantos de láminas e índices) más adelante se revelará el fracaso rotundo del proyecto. El “descalabro” de la aspiración enciclopedista fue retomada por los grandes autores del siglo XVIII: Voltaire, Diderot, Rousseau, Crusoe, Sterne, Swift y Sade. Estos pensadores, algunos de ellos incluso enciclopedistas, ensayan en su literatura el proyecto de la Razón sólo para demostrar su fracaso. Por supuesto, cada uno lo hace a su manera: desde la mirada del Otro, la mirada crítica, la fractura del yo, la re-producción de sociedad, tomar al pie de la letra la novela, irónicamente o razonando hasta el delirio.

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