viernes, 27 de mayo de 2011

Lugares extranjeros

Cualquier lugar es para mí extranjero, extraño. Lo vivo siempre desde afuera, una exterioridad que por supuesto es imposible, acaso sólo una sensación (es más bien extimidad, como diría Miller, pero el efecto es de ostranenie). Se es extranjero donde quiera que se vaya. En mi caso, como en el de otros millones tiene que ver también con un asunto de familia no resuelto que de algún modo se traslada, a modo de síntoma. De lo poco que sé es que, por ejemplo, mi bisabuelo materno perdió la voz tras la segunda guerra, donde hacía trabajos forzados en Indonesia, en ese entonces bajo dominio japonés. Se hablaba poco y aún menos logré indagar yo, la eterna curiosa de la familia. Esa era la razón por la que mi oma hacía una cara de disgusto al ver un contingente de turistas japoneses y acaso la razón de que nunca se me ha antojado ir de viaje al oriente y no me afecta el problema del tsunami. Hay un nomadismo no sólo geográficamente, sino en otros aspectos. Recientemente descubrí un libro en la biblioteca de la Ibero escrito por una prima de mi abuela paterna, apellido Sodi, famoso por marcar a gente muy inteligente pero profundamente desdichada. La mujer que escribió el libro, María Elena Sodi se suicidó colgándose de una cuerda, en su habitación. El libro comienza con un prólogo de Porfirio Díaz, ni más ni menos, recordando el gran jurista que fue mi tatarabuelo -uno de sus hijos, por cierto, llegó a defender a León Toral, el supuesto asesino de Álvaro Obregón.

Este es un registro afectivo que apenas comienzo a desenmarañar.

Más allá de esto, sé que yo me vivo como exiliada en cualquer lugar, como alguien que puede ver desde afuera las cosas. Y sin embargo, no deja eso de ser sintomático, porque me sigo emocionando en el extranjero cuando escucho mariachis. Pero ese es otro asunto. Tiene que ver, creo, con esa sensación: verse desde afuera, a uno mismo, desde atraás, desde la espalda y de un nivel superior físicamente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué linda entrada. Creo que uno, cuando se aleja de la cama/casa en la que nació, comienza a convertirse un poco en extranjero de sí mismo.
Saludos.

Christina dijo...

¡Gracias! Un saludo.